Íntegra lumbre plena en Gracia y Virtud, que encarrile mi desidioso espíritu tan formidable semblante que deja ciego a aquel que no es digno de contemplar, presenciar y admirar... 

"¡Era el brillo Agraciado qué nacía en tus ojos!" . 

Magnífica presencia refulgente, vivifica mi alma pues la carne que alguna vez llamé templo ya ha muerto, y ahora solo quedan escombros... 

"¡Era el valor de Bienaventuranza qué sentía tu cuerpo!". 

Precioso lucero inaudito, bendíceme con caricias de luz pálida y tal vez fulmines esas escamas pétreas que es lo único que se te interpone ante nuestro corazón... 

"¡Era el inclemente Fervor apasionado qué enardecía al corazón!". 

Bienhadado corazón sagrado, permíteme besar aquellas llagas, que tanto mías como vuestras, se alojan inclementes en nuestro único corazón virtuoso... 

"¡Era el manifiesto de Voluntad qué proclamaba tu espíritu!". 

Lúcido astro ilustre, permite que tanto tu cuerpo dorado como el mío lacerado, comulguen juntos en tan noble acto que consagre nuestro amor absoluto... 

"¡Era el coro prolijo de Exuberancia qué a tu Determinación coronaba!". 

Oh, gran y suntuosa Virtud que yació en mí una vez, retorna a mí como yo a ti el Principio fundamental que nos abrazó en eterno omnímodo de amor... 

"¡Era la osada Desobediencia qué guiaba tus actos!". 

Misericordiosa efigie áurea, que retorne viveza a vuestro mármol, y mi cincel sienta nuevamente el cálido beso de la vida en el acto. 

"¡Era el imbatible acto de Amor qué resguardaba la carne, el alma!". 

Amante esplendorosa de idiosincrasia onírica, deleita mi existencia con cuan sublime presencia, que de Gracia y Virtud complementan mi vida... 

"¡Oh dichosa Virtud mía!, ¿es así cómo llegas a complementar mi vida?".

- José Joaquín Díaz.