Destruiste lo poco de paz y tranquilidad que quedaba en mí,

sin quererlo ni planearlo, sin intención de lastimarlo,

agarraste mi corazón y lo heriste haciéndolo sentir vivo una vez más.

Mi zona de confort, la indiferencia y apatía,

y sin idear o proyectar, al tono de tres campanas de luna llena,

descubriste mi idiosincrasia desprevenida y, cayó por su propia inseguridad.

Me preguntaste si habría luna llena,

aún con miedo intenté sentir, pero antes de poder me volví a esconder,

y su luz se filtra entre las cortinas recriminándome, fílofobia.

Cada palpitar es una aguja que penetra más y más,

y sin pedirlo o buscarlo, el ballet de tres mariposas de luna llena,

desnudan para ti lo deleznable que se esconde bajo la carne susceptible.

Me lastima estar bien, me entristece ser feliz, me asusta sentirme vivo,

la vulnerabilidad de la carne contradice mi ferviente inmutabilidad,

necesito estar vivo, aunque eso me hiera.

Al final sí hubo luna llena,

y cuando finalmente tuve las agallas para salir y sentir,

no encontré a la luna si no a ti, resplandeciente y maravillosa en el cielo. 

- José Joaquín Díaz.