Algo se movía dentro del refrigerador...

octubre 30, 2021

 

Eran pasadas las once y media de la noche, y como de costumbre me había levantado después de varias horas de trabajo para ir al refrigerador y comer un aperitivo, me encontraba exhausto puesto que llevaba horas tratando de escribir algo original para el artículo que habría de presentar el día de mañana. Trabajo para la revista Men’s y se me encargó un artículo de dos páginas para la sección de reportaje, se supone que me dieron una semana libre para descansar y aun así aquí estoy, ya mucho tengo con verle la cara al editor todos los días como para llamarle y escuchar su irritante voz, en fin, era cuestión de tiempo para que terminarse fatigado y me entrara hambre, eso sumado al hecho de que religiosamente me levanto todas las noches a las once y media para ir a la cocina y zamparme algo, hacía inevitable que despegara de la silla y fuera corriendo a la cocina. Al llegar, lo primero que hice fue abrir la alacena y ver que podía comer; había unas galletas y alguna que otra bolsa de frituras que ya habían sido abiertas pero que se encontraban selladas profesionalmente con un clip de papel, eso y los clásicos enlatados de toda la vida. Sin embargo, no me apetecía nada de lo que había ahí, sentía más bien ganas de un recalentado o cualquier cosa que pudiera encontrar dentro de la nevera y calentar en el microondas, entonces cuando cerré las puertas de la alacena y me acerqué al frigorífico para abrirlo escuche algo similar a una pequeña sacudida dentro del mismo, eso detuvo mi mano por un instante pero proseguí segundos después ya que el hambre superaba por mucho cualquier sentimiento de alerta que eso pudo haber provocado, cuando abrí el refrigerador y me dispuse a inspeccionar que había en su interior lo contemple con extrañeza pues se encontraba desértico, algo difícil de creer pues no había pasado ni un mes desde la última vez que hice la compra, extrañado y algo confundido pero principalmente agotado cerré la puerta con desilusión pensando que en algún punto ya me habría terminado casi toda la comida, agarre una funda de papas y otra de galletas y volví a mi estudio para culminar de una vez por todas con ese chusco artículo.

Un día después de su publicación mientras me encontraba en las oficinas preparándome para salir recordé que tenía que pasar por el supermercado, ya que era vital reabastecer el refrigerador dado que no había más comida en casa. Eso sí, antes de irme el editor muy amable me entrego en las manos una copia de la revista ya publicada que curiosamente tenía señalada las páginas sobre el artículo que yo escribí.

Mientras hacía la compra me aseguré al máximo de tener los suficientes suministros para que no se me terminaran tan fácil esta vez, y así tener comida por lo menos durante unos dos meses y medio. Cuando por fin pude llegar a mi casa y terminé de colocar todo como corresponde me hice de una botella de ron y acordé disfrutar mi fin de semana lo máximo que se me permitiera.

No habían pasado ni dos semanas desde que había hecho la compra y ya empezaba a notar que faltaban cosas dentro de la nevera, para ese momento ya me empezaba a sentir bastante preocupado y desorientado, soy una persona que come bastante no lo niego, pero nunca a ese nivel tan basto, y si fuera así por lo menos me acordaría de que fue lo último que comí y también habría más platos sucios y fundas de basura llenas. Toda esa situación empezaba a tornarse cada vez más extraña y ridícula, hasta que un día cuando me había levantado casi a media noche como de costumbre para ver algo de comer en la cocina, tras abrir el microondas escucho nuevamente ese sonido característico que había oído aquel primer día, solo que esta vez había sonado con mucha más intensidad y durante más de un segundo —tal vez durante tres o incluso más— me quedé paralizado pues había sido tan repentino y fuerte que no me sorprendería que hubiera despertado a mis vecinos, me arme de valor y decidí abrir la puerta solo para asustarme aún más al contemplar mi refrigerador nuevamente vacío, lo único que me impedía conspirar como un loco y sacar conclusiones de índole supersticiosa era ese pequeño lado racional y lógico que me caracterizaba, entonces decidí instalar una pequeña cámara de seguridad que apuntaría directamente al refrigerador. Así, durante las siguientes noches me dedicaría a observar que era lo que ocurría mientras yo no miraba, durante una semana estuve ordenando comida a domicilio para no morir de hambre y me aseguraba de comer todo pues no iba dejar nada guardado en la nevera, en ese tiempo no comenté nada en mi trabajo pues quería tener pruebas y confirmar cualquiera cosa antes de balbucear sin sentido y ser acusado de loco o demente, y cada vez se hacía más agobiante y difícil puesto que no había vuelto a ocurrir nada desde que instalé la cámara de seguridad, me dispuse a meditar y me acordé que tampoco había vuelto a llenar el refrigerador desde entonces, no iba hacer otra compra exorbitante solo para ver cómo todo se esfumaba de un día para otro, entonces se me ocurrió ordenar cena para dos durante la noche, solo que el segundo plato lo iba a dejar como señuelo dentro del refrigerador, y tan rápido como lo dejé corrí hacia mi estudio y estuve vigilando las cámaras toda la noche. Alrededor de las once y media cuando empezó todo de nuevo vi por las cámara al frigorífico sacudirse ligeramente hasta que en un momento se detuvo y un silencio etéreo había invadido toda la casa, cuando estaba a punto de ponerme de pie e ir a ver si el plato estaba limpio se empezó a escuchar desde el estudio un increíble estruendo cuyo origen se encontraba sin lugar a duda en la cocina, rápidamente volví al computador y vi como el aparato se sacudía de forma enervante al punto en que parecía estar saltando, esto sin duda carecía de toda explicación lógica, ya que incluso daba la impresión de que aquellos saltos tenían un origen colérico y muy arrebatado, no sabía qué hacer y por obvias razones no iba a bajar y abrir el condenado artificio hasta que todo se calmara, y daba la sensación de que nunca iba a detenerse.

Caí desmallado y me desperté al día siguiente con serios dolores de cabeza, pero principalmente por el área abdominal que venían acompañados de un enrojecimiento considerable cuyo origen era completamente desconocido, llegué hasta la cocina y vi como aquel condenado refrigerador estaba estático y sereno como si en ningún momento se hubiera sacudido de manera salvaje, y así parecía hasta que bajabas la mirada y contemplabas aquel piso de baldosa destrozado y convertido en polvo.

Decidido a confrontar el problema de una vez por todas, ese mismo día fui a comprar suministros y llenar nuevamente el aparato sin escatimar en gastos, todo con el fin de finalmente ver que era lo que sucedía dentro de aquel condenado electrodoméstico antes de finalmente deshacerme de él, llegué a la casa repleto de bolsas de comida; encurtidos, latas, bebidas energéticas, gaseosas, algo de licor, carnes en diferentes cortes y variantes, verduras, frutas, legumbres e incluso cosas que no es necesario poner en un refrigerador, lo había llenado al máximo, a tal punto que era casi imposible mantener la comida firme y que esta no rebosara por los suelos, esperé al anochecer y lo hice paciente sin hacer el más mínimo ruido y ni siquiera me moleste en ir al baño.

El momento había llegado, ya eran casi las once y media y un escalofrió potente invadió todo mi cuerpo, me era imposible dejar quieta la mandíbula y de un momento a otro comenzó, la nevera empezó a sacudirse y estremecerse de forma desesperada como si estuviera de alguna forma hambrienta y engullía todo lo habido en su interior, al principio contemple desde la lejanía, detrás de un mesón de granito en donde me sentía más que seguro. Aun así, no podía quedarme ahí quieto toda la noche, necesitaba ver con desesperación que estaba ocurriendo ahí dentro así que agarre valor y cruce aquel mesón hasta que estuve frente al refrigerador, tomé le manilla y la abrí al instante sin pensarlo dos veces… lo que vi aquella noche fue horrible, poco a poco la comida iba desapareciendo como si detrás de ella hubiera un agujero negro que lo engullía todo, y mientras menos comida había más visible era el horror.

Dos manos largas y esqueléticas de una tonalidad fúnebre se movían con desesperación por el interior del aparato, agarrando la comida y tragándosela de un solo bocado sin molestarse lo más mínimo si el contenido venía empaquetado o estaba al interior de una lata de metal, en cada palma se veía con total claridad una boca horrible similar a la de una lamprea, cada mano tenía un total de seis dedos y en la yema de cada dedo habían dos orificios profundos y negros que constantemente se abrían y cerraban simulando lo que parecían fosas nasales que posiblemente era lo que le ayudaba a identificar la comida, cuando el desagradable espectáculo había culminado yo me encontraba pálido y con ganas de llorar, y aquellos apéndices que se asemejaban a brazos humanos se quedaron quietos como esperando algo de mí, más comida seguramente. —¿Acaso no había sido suficiente con lo que serví? —respondí de forma exaltada. Entonces, con desesperación y cólera, las extremidades comenzaron a moverse de forma frenética y empezaron a estirarse de manera amenazante tratando de llegar hasta mí, balanceando el refrigerador de atrás hacia delante para de alguna forma tirarse encima y aplastarme, logre esquivar rápido aquel ataque y la nevera cayó de frente contra el piso y no se volvió a mover más.

No dormí nada aquella noche, y al día siguiente llame personalmente al servicio de basura para que se llevaran esa maldita cosa lo más lejos de aquí, especifiqué que no se molestaran en recuperar ni el más pequeño engranaje y se aseguraran de incinerarla por completo.

Pase dos semanas sin refrigerador y aproveché el tiempo para remplazar las baldosas que se habían roto por el suelo y parte de la pared, pero en mi trabajo no dije ni una sola palabra de lo acontecido pues no quería que la gente empezara a especular que era un demente que veía “fantasmas” como excusa para deshacerse de su antiguo refrigerador, cuando finalmente opte por comprarme uno nuevo me aseguré al máximo que no tuviera ningún “orificio” por el que puedan caber dos brazos y que estuviera lo más sellado posible, cuando lo instalé en la cocina lo dejé con un plato de comida toda la noche y lo vigilé por las cámaras sin despistarme un solo momento, hasta que por fin se había hecho de día. Tras bajar abrí con miedo sus puertas y me llevé un enorme alivio al ver que el plato todavía estaba ahí con la comida sin tocar, fui al supermercado a comprar víveres para llenar nuevamente mi nevera y recobrar por fin mi vida normal, cuando llegué dejé las bolsas encima del mesón y poco a poco fui sacando la comida de sus fundas para ir organizando todo… mi expresión se petrificó y quedó plasmada en algo horrible al ver que en el interior del aparato no había ni plato ni comida.

Amnoth; – criatura Inmunda.

- José Joaquín Díaz. 

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