Los Dedos de Dios

septiembre 07, 2021

 


El programa sunRISE (Sun Radio Interferometer Space Experiment) fue elegido por la NASA en el año 2017 con el fin de estudiar las emisiones de radio de baja frecuencia de la actividad solar y así comprender un poco más la naturaleza de nuestro Sol, así como las tormentas solares y cómo afectan a nuestro planeta y al sistema solar en general. El programa propuso lanzar en el año 2023 seis CubeStats operados como radiotelescopios de apertura sintética que orbitarían al astro padre y determinarían la ubicación de ráfagas de radio de 0,1 MHz a 25 MHz durante doce meses. Sin embargo, debido a algunas complicaciones externas, el programa tuvo que ser aplazado hasta el año 2025, pero finalmente pudo llevarse a cabo con éxito y cumplir su propósito.

 

El 15 de noviembre de 2129, gracias a los avances tecnológicos y al interés que la humanidad ha brindado a la ciencia espacial en las últimas décadas, el progreso realizado ha sido abrumador y muy satisfactorio. Esto nos ha permitido adquirir un conocimiento tan vasto que lo que antes eran meros sueños y especulaciones ahora se han convertido en metas y objetivos próximos a cumplir y realizar. Antiguamente, gran parte de la población creía que los ideales del ser humano por explorar y aventurarse en el espacio eran simples sueños inalcanzables. En la actualidad, hay tantas personas habitando en Marte como la población de Manhattan hace 30 años. Yo no soy ninguna excepción; fui escogido en el año 2068 como tripulante de la primera expedición realizada cerca de la órbita del Sol para un estudio cauteloso y preciso del gran astro. Sin embargo, viéndolo en retrospectiva, más bien era una competencia entre empresas y compañías para hacerse acreedoras del logro de “la compañía que más cerca ha puesto al hombre del Sol”. En cualquier caso, yo en aquella época era joven y estaba lleno de entusiasmo, ya que mi propósito era el más importante de la misión. Saldría en una pequeña cápsula a orbitar el Sol durante 68 días en compañía de un telescopio compacto que me ayudaría en mi investigación. La nave encargada de recogerme quedaría anclada a la órbita de Mercurio durante ese lapso de tiempo y era dirigida por una inteligencia artificial y otros cuatro tripulantes encargados del mantenimiento y la comunicación.

Cuando era un niño, recuerdo imaginar al Sol como un ente magnífico y poderoso, como si fuera un titán de los relatos griegos. Lo veía con temor y respeto, ya que, en comparación, yo no era más que una insignificante partícula de polvo. Mi interés por la ciencia surgió a partir de los quince años y, consecuentemente, fui adquiriendo cada vez más conocimiento hasta convertirme en uno de los científicos más reconocidos de la última época. Mi especialidad era en la rama de la física solar. Fue por eso que me escogieron para esta misión, y aunque soy plenamente consciente de que, como científico de renombre que soy, no puedo hacer especulaciones y comentarios absurdos fuera de todo ápice de razón y fundamentos científicos, seré honesto y diré que la razón por la que más entusiasmado estaba por la misión era por comprobar si mis ideales infantiles hacia el Sol podían plasmarse y convertirse en algo real. La fecha en la que la misión por fin inició fue un 13 de marzo de 2071 a las 23:03 horas terrestres. Recuerdo con exactitud la hora y la fecha, ya que fue el momento exacto en el que la cápsula se separó de la nave e inicié con mi investigación completamente entusiasmado y lleno de emoción. Iban a ser 68 días en los que apenas iba a descansar, ya que el entusiasmo y el estrés abundaban en mí y el temor de que, en algún momento, algo llegara a fallar y mi muerte fuera inevitable, hacían todo mucho más complicado.

A mitad de días de culminar mi misión, había perdido ya gran parte de ese pavor, así como las esperanzas de encontrarme con algo más especial que simples frecuencias y fluctuaciones de la superficie solar. Me encontraba a una distancia más que segura, y el material del que estaba compuesta mi cápsula me resguardaba de temperaturas abismales y de la alarmante radiación. Siempre iba tomando nota en una especie de diario de cualquier cosa que me pareciera mínimamente interesante, seguido de pequeños bocetos que dibujaba para matar el tiempo. Me encontraba a una semana de terminar con la misión y de preparar el anclaje nuevamente para volver a la Tierra y comprobar mi estado de salud, así como el de la cápsula, puesto que ese era también uno de los objetivos principales de la misión. La información podía transmitirse sin ningún problema a la nave principal, y esta, posteriormente, enviaba los datos a las estaciones ubicadas en la Tierra. Sin embargo, lo mejor era comprobar en persona si los resultados eran igual de favorables a como se mostraban en datos.

Entonces, de un momento a otro, ocurrió lo que jamás pensé que llegaría a presenciar. Cuando volví la vista a la ventanilla de la cápsula, logré visualizar en la superficie del Sol lo que parecían ser una especie de serpientes gigantescas, cuya apariencia y composición eran muy similares a la superficie solar. Se encontraban serenas y pacíficas en lo que parecía una especie de danza por la superficie, llegando incluso a realizar saltos descomunales y formar lo que parecían ser arcos enormes que recordaban mucho a una erupción solar. Enseguida, empecé a documentar y grabar lo que mis ojos estaban presenciando, todo para enterarme, en mi infinita desgracia, de que la información recolectada no podía transmitirse de vuelta a la nave principal, ya que una especie de interferencia impedía una correcta comunicación entre la cápsula y la nave, probablemente producida por los movimientos tan vastos y desmedidos que producían aquellas criaturas.

Descomunales e imponentes, se contaban cinco en total, gigantescas y monstruosas bestias que se regocijaban en un baile astral que alteraba y manipulaba su ambiente y ecosistema, que no era otro que la superficie de nuestro gran y majestuoso Sol. Completamente etéreas e indiferentes, cumplían con su rito y una a una iban desapareciendo en las profundidades de la estrella. Aunque solemne y monstruosa su danza, nunca alteró de manera significativa la estabilidad y el equilibrio de la estrella. Quedé tan fascinado y conmovido con lo presenciado que me fue imposible contener la emoción y las ganas de gritar de manera salvaje y primitiva. Sentía el abismal deseo de aullar al Sol como un lobo le aúlla a la luna. Pero volví en sí al volver a tener comunicación con la nave principal. Enseguida, empecé a revisar las grabaciones para ver si tenía pruebas suficientes para que, al volver, no me tomaran por loco y todos fueran testigos.

La decepción y el desánimo fueron enormes al ver que la única prueba que tenía eran frecuencias de radio irregulares e irreconocibles, junto con un video que parecía haber sido capturado desde una patata. Al revisarlos una y otra vez, hice todos los esfuerzos para arreglar los problemas y tener pruebas firmes de lo acontecido. Y más enojado estaba al recordar que yo era el único que contenía esa información, ya que durante ese lapso de tiempo no hubo comunicación entre la cápsula y la nave, así que no pude transmitir las pruebas de manera correcta y segura. Entonces, entré en un arranque de ira incontrolable por la desesperación y golpeaba y maldecía todo a mi alrededor.

Cuando el último día había llegado y la cápsula se acopló nuevamente con la nave, mis compañeros se encontraban completamente alterados con mi estado y carácter, ya que parecía un completo salvaje enfurecido. Forcejearon mucho para contenerme, y relatan que, por alguna extraña razón, mi fuerza y tamaño parecían ser el doble de lo que eran antes de la misión. Durante todo el viaje de regreso, insistía constantemente en que revisaran y analizaran los datos que había recopilado de manera amenazante y obstinada, pero todos, incluida esa estúpida IA, me replicaban y refutaban que solo eran simples llamaradas solares, y que era científicamente imposible que habitaran criaturas semejantes en el Sol. Si no fuera así, esto se hubiera comprobado hace siglos, y no desaprovecharon la oportunidad de hacerme quedar como un demente. Me convertí en un descerebrado por intentar demostrarle al mundo que lo que había presenciado era cierto y que tenía pruebas sobre ello. Me había determinado a demostrar que yo decía la verdad y que todo el mundo tenía que ver lo mismo que yo, al punto de olvidar mi propio nombre. Y aunque me recetaron un terapeuta e internaron por desequilibrio mental, sé que algún día todos verán que yo tenía razón y que ellos son los descerebrados que no pueden ver más allá de lo evidente.

- José Joaquín Díaz. 

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