Luna Azul

junio 01, 2025

Cada primavera, aguas fulgentes de luna azul se acercan a la orilla para reavivar tulipanes cárdenos que soliviantan los cinco sentidos y me hacen desearte en mil formas. Con el gusto saboreo tus sueños; con el oído, me cautivo de tu voz; con el tacto, coqueteo tu corazón; con el olfato, huelo el amor; y con la vista persigo el sendero a casa, el cual no es otro que la travesía a tu alma desnuda, color esmeralda y con aroma a mandarinas.

Todos somos combatientes desamparados, escrutando el trayecto a casa; pero en la vía nos abandonamos a lo que realmente necesitamos: un hogar. Devotos del amor forjan poesías irresistibles con la sangre que sus exánimes corazones desbordan, pues están en búsqueda de un ideal que no existe: el amor que alguna vez nos prometieron y que ahora no es más que cenizas, que se pierden en este suelo lacerado con innúmeras guerras cuyas victorias saben a derrotas.

En el ego y orgullo del hombre está la clave de su supervivencia, pero también es el veneno que, tarde o temprano, concluirá por pudrir hasta la última arteria. Después ya no quedará sangre que bombear al corazón, y toda la tinta que tendrás para redactar será bilis marchita que, al caer, tiñe un suelo maltratado por descomunales guerras que destruyeron paisajes de promesas y deseos que simplemente ya no están ahí.

Algunos, exhaustos y terminantes a ultimar con el ciclo de dolor, doblegan su cuerpo a los designios de lo que un desasosiego ampara: a quienes no tienen la voluntad de dejarse amar, y con ello, que nuevas heridas retuerzan la carne y sangren, para que el mundo pueda sanar al conocer historias de almas ingenuas que, en el amor, encontraron todo menos lo que siempre habían idealizado. Mientras tenga fuerzas, seguiré marchando junto a la orilla, pues el agua cristalina purga mis pies de las cenizas que serpentean por mi cuerpo, buscando afligir la fervorosa voluntad de una virtud enamorada de tulipanes cárdenos, que observan mi fábula y la vuelven tanto suya como de la luna.

La verdad siempre puede esconderse tras la carne, pero si existe impavidez suficiente para amar, de esa misma carne retoñarán heridas que no se pueden celar ante el esplendente reflejo de luz azul que resplandece nuestra vergüenza y desvela nuestro sufrimiento solo a quienes tienen el gusto para saborear nuestros sueños; el oído para sentir el sufrimiento en cada palabra; el tacto para acariciar un corazón herido, que no puede dejar de sangrar; el olfato para añorar la fragancia de un hogar; y los ojos que, entre bilis, cenizas, flores, cuerpos y astros… solo te ven a ti. Y te distinguen, pues en medio de la muerte, ahí estabas tú, y cada sentido concluyó que todos los poemas escritos con sangre serían, de ahora en adelante, para ti. Para que los leas mientras recorremos la orilla de aguas que, en primavera, reflejan la luz de una luna que nos recuerda que el dolor también debe relucir. Y que eso está bien, porque siempre tendremos tulipanes morados que nos recuerden por qué estamos enamorados…


- José Joaquín Díaz. 

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