DEMIURGO
julio 30, 2024
Cuando lo veas,
descubrirás en él el rostro del demonio.
¿Qué oculta nuestra alma
que es tan miserable? Algo lo suficientemente horrible y repugnante como para
esconderse bajo la piel, la carne, la sangre, el hueso y jamás ser descubierto.
Somos el reflejo maldito de la maldad, construidos a su imagen y semejanza. No
se mientan a ustedes mismos, pues cuando el cuerpo no responda sabremos que
jamás fue nuestro, y solo seremos ganado.
Si no te duele
traicionarte a ti mismo, ¿qué esperanza hay de que nos duela traicionar a los
demás?
Si es que algún día
llegaran a existir las palabras precisas para definir la suma podredumbre, ¿se
pronunciarían igual que mi nombre? Sálvenme para no ser testigo de mis propios
actos crueles y egoístas que me arrastran hacia un destino horrible, donde no
habrá punición ni emancipación, un destino peor que el martirio eterno, uno en
el que seré olvidado por siempre. Execrable es el hombre que se atreve a
nombrarse a sí mismo portador de la palabra.
Miente descaradamente a
aquellos que amas, para que no te duela mentirte a ti mismo.
Qué tan miserables hay
que ser para, después de haber profanado y masacrado su cuerpo, ahora lo
portemos orgullosos como un manto sinvergüenza que esconde nuestro pavor a la
verdad. Y aún habrá quienes se denominen santos y custodios; así fue como
entendí que necesitamos ángeles y demonios para expiar tanto nuestra culpa como
responsabilidad ante nuestros actos, y así no retribuir jamás.
Alza tu voz a la verdad y
doblégate a tu naturaleza temerosa y sumisa, cobarde.
Mientras más tiempo
contemples tu interior, más podrida quedará tu alma y más cerca estarás de
devolverle la mirada. Bienaventurados aquellos que miren su reflejo y no les
sangren los ojos, pues son lo suficientemente prepotentes como para no
responsabilizarse de sus pecados al mismo tiempo que blasfeman sus propios
principios.
Después de la sangre
viene el agua, y posteriormente no queda nada, ¿qué más buscas derramar?
Al morir la virtud, se
llevó consigo todo rastro de vergüenza y remordimiento por el pecado más
grande, que no es otro más que habernos traicionado a nosotros mismos, a
nuestros principios y a quienes amamos. Pero siempre existirán ángeles y
demonios que justificarán y expiarán la responsabilidad en nuestros pecados, y
cuando la verdad sea visible no habrá quien no le tema o la repudie por exponer
su falso testimonio. Es ahora, en este momento de lucidez, que me pregunto,
¿siquiera hubo alguien escuchándome rezar todo este tiempo?
Cuando seas digno de ver
el rostro de Dios, contemplarás en él al Diablo, quien es tu imagen y
semejanza.
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