La brecha entre lo presente y lo imposible

julio 17, 2021


Aquel era un hombre simple, no solía destacar y su presencia en muchas ocasiones era muy irrelevante, había momentos en los que se presentaba tan sereno e imperturbable que daba la sensación que desaparecía entre la multitud. En efecto, su figura no era la de un hombre corpulento o muy alto, tenía una estatura promedio y no era precisamente atlético, su cabello poseía un tono rojizo muy tenue que solo relucía ante el reflejo de la luz durante los días más despejados y brillantes, sus ojos eran como grandes y radiantes canicas parecían tornarse de un tono verdoso más o menos claro dependiendo de su ánimo.

Su cualidad más grande, era su fascinación para conversar de temas que en muchas ocasiones sobrepasaban el conocimiento de muchos otros entendidos, aunque si me permitieran ser honesto, esas conversaciones parecían más un intento de monólogos que una plática entre dos personas. Sin embargo, sus modales y completa educación y comprensión para tratar a las personas hacían de él un noble.

Las personas que lo llegaron a conocer decían que, a pesar de tratarse de alguien muy joven, poseía un intelecto y capacidad tan extraordinarios que hasta el más entendido podía quedarse atónito al escuchar sus tan elocuentes y firmes palabras. Aun así, existía otro gran porcentaje de gente que muy disgustada, decía que por muy interesante que él podía aparentar no era sino un estrafalario hablando sobre misticismos ridículos que no tenían ningún tipo de sustento científico ni coherencia alguna, puesto que, en repetidas ocasiones solía relatar sobre mundos místicos e inimaginables que llegaba a visitar a través de sus sueños, por algo que solía llamar, la brecha entre lo presente y lo imposible. En algún punto tuve el honor de conocerlo, y admito que durante el tiempo en que estuvimos dialogando, las horas y minutos se contaban como si fueran segundos, en efecto era alguien muy educado y elocuente, y algo en su voz te incitaba a quedarte escuchándolo por horas, a medida que nos fuimos relacionando nos hicimos íntimos amigos, me confeso que tenía tan solo diecinueve años de edad, también llego a mencionarme que era el último de su familia, puesto que no tenía ningún pariente, y que fue hijo único de una pareja que lo concibió a una edad muy longeva, era de orígenes extranjeros, y se podía notar por su impronunciable apellido, Liechtenstein, y según él perteneció a todo un linaje de nobles que yace extinto hoy en día.

Con el tiempo fue agarrando cada vez más confianza conmigo, al punto en que no tuvo ningún problema en hablarme sobre sus mundos idílicos que solo eran tangibles y corpóreos en sus sueños, sueños los cuales me dejaban confuso, puesto que era la primera vez que conocía a alguien capaz de narrar a tan perfecto detalle cada momento y situación vivido durante un sueño, narraba a un nivel tan basto que en ocasiones me era imposible diferenciar si es que estaba escuchando un sueño o una anécdota real, llegaba a mencionar los escenarios más insólitos y maravillosos, y como complemento a ello, a criaturas y seres tan fascinantes que llegaba a dar envidia que solo él fuera tan privilegiado de vivir tan dichosas experiencias. Incluso me llego a mencionar sobre personas cuya fisionomía era tan perfecta y agraciada, que ni las modelos más aclamadas, ni los actores o actrices más prestigiosos podían llegar a siquiera igualar tal belleza de una manera por lo menos decente, y yo solo podía escuchar de forma atenta y curiosa aquellos sueños que él me contaba como anécdotas.

Un día le propuse llevarlo donde un amigo mío el cual ejercía el oficio de pintor, la gente iba a su casa a encargarle cuadros y pinturas de excelente calidad, lo lleve con la intención de que le narrara a detalle alguno de sus tantos paisajes lucidos y hermosos para tener la oportunidad de observar una recreación de aquellos deliciosos escenarios, tras insistirle un poco logré que aceptara y fuimos un domingo a las dieciocho horas a su casa. Al llegar, después de la cordialidades nos pusimos manos a la obra, y fue sin duda un proceso tardío y agotador, a tal punto que tuvimos que pedir posada en su morada por lo menos dos noches, para hacer que el esfuerzo valiera la pena le mencione a mí amigo que su pago valdría mucho más que lo que le había ofrecido en un primer lugar, subiendo el costo un ochenta por ciento más, y con eso su entusiasmo mejoro considerablemente, tras dos eternos días de duro trabajo la pintura había quedado terminada, y en un principio mi amigo y yo nos quedamos viendo el cuadro muy desilusionados, puesto que no parecía ser más llamativo que cualquier otro cuadro encontrado en una exposición, era sin duda hermoso y tenía una calidad excelente, pero no resaltaba nada especial, entonces el joven Liechtenstein agarro el cuadro junto con el caballete en donde reposaba mientras yo iba pagándole a mi amigo lo prometido, cuando estaba a punto de terminar la firma del cheque una corriente de viento muy fría atravesó la habitación y se escuchó un estruendo enorme, fuimos de inmediato a ver que estaba sucediendo y nos percatamos que el cuadro ahora se encontraba en un pequeño balcón que mi colega tenía en su sala estudio que se encontraba en el segundo piso.

Fue entonces cuando el cuadro había dejado de tener un enfoque bello pero simple a uno completamente extraordinario y fuera de este mundo, en el cielo por encima de la pintura se alzaba una luna llena enorme y deslumbrante que parecía iluminar todo a su alrededor, tan fuerte era su brillo que de alguna manera inexplicable parecía atravesar el lienzo de la pintura por detrás dejando ahora una hermosa obra maestra.

De manera nerviosa y exaltado por la emoción comencé a llamar al joven Liechtenstein desesperadamente por todos lados sin poder encontrarlo, cuando me iba a retirar a la siguiente habitación, mi amigo me agarro fuerte del brazo y resalto en el cuadro algo que él no había pintado, al acercarnos y ver a detalle pudimos contemplar lo que parecía la pequeña silueta de un joven de espaldas que de alguna manera se veía regocijantemente en paz y felicidad en aquel idílico paisaje que junto con la luz de la luna ahora brindaba un exquisito placer a la vista, tras mirarnos los ojos por unos segundos nos quedamos en silencio durante quince minutos y cuando los criados dijeron que en ningún momento vieron al joven Liechtenstein salir por alguna de las puertas de la mansión supimos que había ocurrido.

Nadie reporto la misteriosa desaparición del joven Liechtenstein y la verdad los pocos que aún lo recordaban no daban ni el más mínimo interés por saber que había sido de él, decidí quedarme el cuadro y colgarlo en el salón principal de mi casa, encima de la chimenea, para tener un pobre recuerdo de aquel joven tan subestimado, pero mucho tiempo después de lo ocurrido, una noche ubo un apagón en la ciudad y yo que me encontraba en el salón me había quedado en completa oscuridad, entonces deje mi libro a un lado y me levante para abrir las cortinas del ventanal para ver que sucedía por el conjunto en el que vivo, y por abrir tan de golpe las cortinas me lleve tal impacto al ver una enorme y resplandeciente luna muy parecida a la de aquella noche, entonces por un momento regrese mi mirada al cuadro que ahora poseía la silueta de un joven.

Ahora cada vez que hay luna llena me aseguro de siempre dejar las cortinas abiertas para que su luz le de vida al cuadro con la silueta de mi añorado amigo, pero quien ahora se encuentra en regocijante alegría pues no me lo puedo imaginar con otro sentimiento que no sea el de dicha y satisfacción en aquel cuadro, que no es otra cosa sino un sendero de proporciones majestuosas con caminos de mármol pulido y que alrededor se contemplan extrañas pero preciosas flores cuyo aroma a de ser un espectáculo exquisito para los sentidos de cualquiera, y rodeando el camino se alza un gigantesco muro de ladrillo blanco del que caen enredaderas con rosas cuyas espinas son de oro puro, y que sigue un largo trayecto a lo que se aprecia como una gigantesca ciudad dorada cuyos muros de ladrillo blanco dejan caer un sinfín de maravillosa flora de increíble rareza y magnificencia, cuyos aromas serán utilizados como los más finos y exquisitos perfumes por todos los nobles que residan en aquella magnifica ciudad, ciudad que reposa sobre una pequeña colina que junto con los pequeños destellos de lo que parecen luciérnagas se unifica de manera majestuosa con el cielo estrellado y abundante que yace pintado en aquel singular cuadro que se ha convertido en el hogar del joven Liechtenstein. 

- José Joaquín Díaz. 

You Might Also Like

0 comentarios

Últimos Post

La vida le dio un beso a la muerte

    "Le Printemps" (1873) Pierre Auguste Cot.   La vida le dio un beso a la muerte Y ella, enamorada, se volvió ciega a la tétric...

Seguidores