To Sin City
mayo 06, 2021
Voy conduciendo en mitad
de la noche en mi Mercedes AMG GT, y lo único que mis ojos alcanzan a percibir
es la incandescente luz que me ciega e impide ver hacia dónde voy. No puedo
ver, al menos no con claridad. Solo puedo percatarme de que acelero a una
velocidad vertiginosa por una carretera llena de luces deslumbrantes, que me
impiden ver el final de la misma y, por tanto, el destino que me aguarda.
Nunca sabremos qué nos
espera al final de esta extensa y tardía carretera, y las luces que la rodean
no hacen más que cegarnos la vista más allá de la punta de nuestra nariz, y eso
nos hace crear inseguridades. Inseguridades que nos causan dolor y angustia, y
que nos hacen temer al futuro. En efecto, es un futuro incierto e impredecible,
pero no debes temer, no te ofusques por cuánto más has de durar en esta
interminable carrera o por cuánto tiempo sigues y podrás seguir en ella.
Yo me preocupo de cuánto
y cómo voy a disfrutar el viaje. No puedo predecir qué va a pasar después, me
encantaría poder hacerlo al igual que muchos otros quisieran, pero la realidad
es que no puedo, y eso no es motivo de desánimo.
Hay quienes deciden mirar
de manera insistente a las radiantes luces que iluminan la pista, incluso si
estas les hacen daño. Hay quienes no pueden más y, en un colapso, sueltan el
volante y tras perder el control se estrellan antes que otros. Hay quienes sueltan
el volante, pero confían en que llegarán a salvo al destino que les resguarda
al final. Hay quienes lo agarran firme y deciden no soltarlo por nada del
mundo. Hay quienes no prestan atención por dónde van, y por dejarse embelesar e
hipnotizar por fantasías y sueños, se estrellan antes que otros. Hay quienes,
por asegurar al máximo su éxito y objetivo, mantienen la mirada fija y no la
despegan del frente y, por tanto, se pierden de los pequeños placeres que
ofrece el viaje.
El cómo quieras conducir,
los caminos que escojas, e incluso el auto que ostentes, es algo que yo no
puedo decidir. No me corresponde. A lo que me puedo limitar es aconsejarte y
guiarte lo máximo posible por caminos que sé que no te vas a estrellar, gracias
a mi experiencia y conocimiento, y que, aun así, hasta ahora no me impide
tropezar con un bache, guijarro, u obstáculo en el camino.
Es solo tras detenerme, y arreglar lo que está roto; corregir lo que está fallando; aceptar lo que está obsoleto; establecer de nuevo mi ruta; organizar las decisiones que tomo; y prepararme para el destino que me aguarde, en donde me siento nuevamente preparado para seguir con este recorrido que parece interminable en un principio, pero que no lo es.
1 comentarios
Hay unos audiobooks cortitos de BMW, historias contadas desde autos.
ResponderEliminarExcelentes.