La Mente

mayo 26, 2021




 

Han sido años, si no es que siglos, el tiempo que el ser humano ha estado debatiendo y teorizando sobre cuál es el origen del todo. ¿Cuál es el origen del universo?, ¿cuál es el origen de la vida?, pero principalmente, ¿cuál será el final? Y es que han sido cientos y miles los científicos que, durante la historia, han dado su vida y toda su carrera porque se les atribuya la respuesta que le ponga fin de una vez por todas a aquellas interrogantes que a muchos no les permite pegar el ojo.

Lo más destacable aquí es el hecho de que el propio hombre es capaz de crear sus propios universos, con sus propias leyes de la física y gravedad, y alterar estas a como dé lugar y a su propio gusto y conveniencia. Todo eso derivado de su misma mente y posibilidades, en donde el único límite que existe es la imaginación de cada uno. Tener dichas capacidades suena como algo llamativo, si no es que fascinante, ¿no?

Sin embargo, es crucial destacar un punto, y es que sin importar en cuál mundo o realidad nos encontremos, siempre vamos a ser un pequeño eslabón de algo mucho más grande que escapa a nuestra limitada comprensión. Pues si nosotros, siendo una raza civilizada y avanzada, no somos sino dioses para la diminuta e insignificante comprensión de una hormiga, de igual forma, para alguna otra raza increíblemente más avanzada y capacitada que nosotros, en algún lugar del universo, podemos ser incluso menos que eso. Y de la misma forma, podría existir incluso alguien o algo que pueda superar con creces las expectativas de cualquier otra raza, infinitamente más desarrollada que la anteriormente mencionada y más. Algo que nosotros no conozcamos y que muy probablemente nunca queramos conocer.

Algo con tal poder y magnitud que el universo y la creación misma no sean más que un producto derivado de su alocada, retorcida, infame, e incomprensible imaginación, y que nosotros no seamos más que un insignificante engranaje en un vasto y enorme mecanismo o mente superior. Al igual que muchas veces nuestros átomos, moléculas, y también neuronas nos pueden parecer insignificantes dado a su microscópico tamaño, pero que aún así forman parte de nosotros, de nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida.

Somos y seremos siempre incluso más diminutos e insignificantes que eso y todavía mucho, mucho más. Sin importar cuánto avancemos a nivel tecnológico o social, comparados con aquello que es el todo en uno y el uno en todo, no somos nada. Y no lo seremos nunca. Pues es la gran mente lo que se alza ante todo lo que fue, todo lo que es y todo aquello que jamás podrá ser. Pues el universo y toda la realidad no son más que una simple creación accidentada de su vasta, imponente, inenarrable, horrible, cruel, burlona e incomprensible imaginación.

 

    - José Joaquín Díaz  

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