El Devorador

mayo 30, 2021










Crédito: NASA, ESA y el Hubble Heritage Team (STScI / AURA) 

Majestuosa es su figura, más imponente incluso que el propio cosmos, pues ese es su terreno y sus presas son las mismas galaxias. Es ahí donde él se impone ante todo lo demás, y pobre de aquel que decida hacerle frente a esta horrible pero también enigmática criatura. Sin embargo, no es solo su incalculable e infinito tamaño lo que le hace un ser de terror, ni siquiera sus gigantescas fauces o su rugido, que se asemeja al de un estruendo masivo proveniente de la más poderosa de las tormentas. Es su apetito voraz e insaciable, junto con su perseverancia, lo que hace de este ente un ser abominable, tanto así que su mera mención hace que incluso los mismos cúmulos estelares tiemblen de pánico y horror.

Varios son los nombres que se le han atribuido a lo largo de los siglos, y ninguno ha sido suficiente para hacer honor a su existencia. Y aunque llegue a tener uno, sería irrelevante, ya que nadie podrá experimentar el verdadero terror y angustia hasta que su presencia pueda sentirse en carne propia. Es ahí y solo ahí donde el verdadero pavor nace en los corazones de la gente.

Nadie sabe de dónde proviene, cuántos años tiene y, más importante aún, qué es lo que le da tanto poder e ímpetu. Es difícil responder, ya que todo apunta a que es más viejo que el propio universo, que procede de un lugar ya extinto, y muchos insinúan que él es el último de su especie. Un destino cruel para tan noble criatura, que ha de vagar por toda la eternidad en un vasto e infinito universo, el cual cada vez se hace más frío, oscuro y solitario.

Es tan gigantesco en tamaño que su propio cuerpo supera las paradojas del espacio tiempo, en tal medida que seguramente sea posible visualizarlo en diferentes eras y en diferentes instantes de la historia, convirtiéndose en un referente de lo complejo y paradójico que es el firmamento en su forma de percibir el tiempo, tan relativo y singular. Lo más probable es que el principio de la criatura se encuentre en un lugar que existió incluso antes que el propio Big Bang, que la mitad del cuerpo sea visible durante la mediana edad del cosmos y que la cabeza, a pesar de seguir circulando en un universo vivo y visible, quién sabe si ya habrá llegado al final de este.

Como un formidable y extenso explorador boreal, el devorador siempre ha de circular la bóveda celestial, en busca de alimento, en busca de refugio, en busca de su próximo destino. Sin pausa, pero sin prisa, puesto que el tiempo le es tan relativo que lo que para nosotros es una eternidad, para él es un instante de nada.

 -        - José Joaquín Díaz 

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