Pesadilla

febrero 09, 2021




Recuerdo bien estar ahí, tan quieto y sin hacer un solo ruido. No distinguía nada a mi alrededor: de lo único que era capaz de percatarme eran de aquellas sombras. Aquellas que siguen el hilo del tormento; uno del que no se puede escapar, ni evitar; y al igual que un depredador, asecha a su presa y espera en donde más paz y tranquilidad haya para en ese instante poder abalanzarse y atacar. De una forma cruel y sin piedad te arrancan lo que más aprecias y más anhelas cuidar: ¡tu humanidad! Te arrancan la compasión, te arrancan tu piedad llenándote de un vacío existencial que lentamente te consumirá y contigo acabará, un destino que no puedes evitar.

Pero, aun así, si fuera tan cruel entonces, ¿Por qué encontrar una razón para vivir?

—Porque torturarse viviendo así —exclamó. Porque no simplemente tomar el camino fácil y morir aquí.

Es fácil, es porque esa es tu identidad, es algo que ni siquiera con la muerte puedes evitar, no lo puedes negar. —este soy yo, esta es mi identidad, —dijo sin titubear. Esto es lo que te hace único, no puedes rechazarme —Dije yo, aquella voz en su cabeza.

—Y, aun así, yo sigo aquí luchando por sobrevivir —se respondió a sí mismo. 

Como estar perdido en una cueva vacía y llena de oscuridad, en donde sabes que la única salida es la muerte; sin embargo, sigues vivo, sigues luchando por encontrar una salida, por encontrar un rayo de esperanza y no abandonarlo, y que no te lamentes por nada, que no te lamentes por lo que hiciste, por lo que lograste, porque al menos lo intentaste.

Solo sigue corriendo y no mires atrás, ni se te ocurra volver a mirar atrás. —¡Quiero escapar de este infierno!    —gritó entre lágrimas.

Perdido en la oscuridad avanzarás, luchando por sobrevivir, luchando por respirar, aunque sabes que no debes lo haces, porque no tienes nada ni nadie que te lo pueda impedir.

Sigues aquí, pues lucha, y no mires que hay atrás, puesto que aquello que abandonaste olvidado está.

Se repite una y otra vez; pero, tú ni escuchas, ¿verdad?

Luego vas y cruzas una puerta; te encuentras una pesadilla, que en ti refleja el miedo que alguna vez sentiste, y del que no puedes escapar, uno que jamás olvidarás. Y entre lágrimas, suplicas por ayuda.

Pero no vino nadie.

Y entonces sabes que debes tomar acción, el momento en que reflexionas que, si vas a sobrevivir es por tu propia cuenta: y lo haces, arremetes contra aquello a lo que más temes y lo lastimas, no te detienes y sigues hasta que ves su sangre. Después te horrorizas por lo que hiciste y cuestionas tus actos, pero, sigues y sigues, es por tu supervivencia que lo haces, aquello no tendrá piedad contigo así que tú tampoco.

Enfrentas tus miedos y tus pesadillas y lo haces solo, ya que no tienes a nadie, pero sigues y no te detienes, puesto que sabes que si vas a salir de este hoyo lo harás por tu propia cuenta y sin ayuda de nadie.

Después cuando todo se ha calmado, tomas un respiro y ves como en la oscuridad una pequeña luz se ha encendido, es una vela cuya flama es azul.

—¿Acaso es esperanza? —se preguntó. Quien sabe, pero al menos es un momento de calma...

- José Joaquín Díaz. 

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