Del dolor provengo y a él volveré; del despedazado me construyo, tomando
sus despojos para regalarme identidad.
Yo nací sin gracia o virtud; entre sus campanas me escabullo, fingiendo que
soy parte de ellos, para disimular humanidad. Contemplando indiferentes el
desborde de mi voluntad, muriendo en cada hemorragia, cada una más débil y
marchita que aquellos sueños que solo existen en papel. Aquellos que buscan
ascender de lo profundo, que se pierden en mis llagas; mientras mi deseo más
rotundo es adentrarme peligrosamente en las profundidades de mi espíritu
enfermizo.
Una ausencia de integridad destruye el deseo de retornar; la virtud de
redimir la valía del fracaso y el coraje de permanecer.
Yo nací sin propósito o misión; indulgente y déspota, persiguiendo las
trovas más allá de la afición. Anhelando crear maravillas de plenitud
exquisita, pero no para su contemplación; he de buscar muerte para bautizar de
sentido mis estrofas. Yace perdido, más allá de los versos, la reconquista de
títulos insignificantes que no constituyen el precio de mi alma; más allá de lo
que debo ser en comparación con lo que soy. Sin pretender ser el capricho de
mis impulsos o de la carne, he de abandonar…
El yo no es tan ingrávido, ni tan completo e ininterrumpido; coronado
por una obertura audaz y más allá.
Yo nací sin pertenencia o amor; arruíname en pasiones efímeras, muéstrame
ante tus ojos insípidos un reflejo inocuo de torpeza y ternura. De la inocencia
provienen las más tiernas crueldades, que se distinguen por su ausencia de
resiliencia; no ha de ser mi culpa si jamás te obligué a amarme. Si bien es
espinoso, asfixia más que ausentarse. Sin testigos, los escritos siempre
perdurarán en lo profundo, ahogándose en mis llagas donde reposan dóciles, al
aguardo de ser tarareados una vez más.
Engalánate de belleza y motívate a retribuir; los devotos distinguen su
triunfo en su dolor, pues es para sí mismos y nadie más.
Yo nací sin autenticidad o verdad; su presencia dista, de no ser por su
fragancia, del cosmos umbrío y acogedor que me refugia huérfano. Mientras
perciben sus plegarias declaradas, yo persevero plenamente en mis virtudes. Sin
heredarlas, y siendo ignotas, carecen del amparo incondicional de padres que
jamás contemplan por debajo de sus tronos. Se avergüenzan de ver cuánto nos han
abandonado, a merced de la incertidumbre y el porvenir.
Laurel a los beneméritos, que encandilan con sus trovas; epopeyas
inefables sobre aflicción y beatitud, próximas a una identidad humana.
Yo soy, vehemente en retribuir a través de mí; loar la perfección en lo
extraño, en lo ridículo, en lo insólito, en lo aborrecible. Interpretar el
excepcional extraordinario: ser humano. Engendrar la Summa Composición
y crear identidad a un espíritu enfermizo, huérfano en la umbría. Anhelando
perseguir las trovas que perduran en lo profundo, ahogándose en mis llagas,
donde reposan dóciles al aguardo de concebir su propia vida, y redimir los
sueños marchitos. La exótica búsqueda extraordinaria de lo excepcional, de ser
más que humano.
