Su Beso Dorado
noviembre 12, 2022Convicción, voluntad y determinación. Que esas tres palabras hagan
presencia en tu contrito corazón maltratado, tal es el albor que su voluntad
refleja que da a luz al significado del amor. Es solo entonces, que su beso
dorado penetra en tu alma incorruptible para humillarte y destrozar tus
convicciones, para hacerte caer de rodillas frente a la realización de tu
vergüenza.
Es pues su beso de oro, el más puro de entre todos los pecadores. Ella no
es ni santa ni profana, es tan solo la manifestación pura de la máxima
voluntad, el amor. De la palabra a la carne, del dolor a las llagas, de la exactitud
al hecho.
Su beso dorado, más puro que la palabra de cualquier santo, más que la del
hombre, más que todo lo sacro, más que el propio milagro. Es pues su voluntad,
la manifestación misma de la tan ansiada búsqueda del albedrío.
Bienaventurados seáis quienes busquen lamer sus heridas, pues las llagas en
su pecho, brazos, piernas y pies son la ventana a la emancipación de la
corrupción que ha invadido hasta la más fuerte de las convicciones, domándolas
y haciéndolas esclavas de deshonrosos senderos que ya hace mucho abandonaron la
dorada luz eterna, y que aun así tienen la desvergüenza de profetizar.
Doblegada, golpeada y violada logró levantar sus laceraciones y sufrimiento
con determinación por encima de aquellos que se proclamaban orgullosos
inmaculados. Derrumbando todo lo falso y corrupto en su palabra, construyendo
desde la roca firme una voluntad inquebrantable que revelaría ante sus ciegos ojos
un espíritu misericordioso, clemente y amoroso.
Pues es ella y solo ella con su beso dorado quien más ha sufrido, perdido y
que, aún con todas esas, demostró, demuestra y demostrará siempre lo radiante y
devoto que es su espíritu incorruptible, inquebrantable y, sobre todo,
perpetuo.
Un verdadero corazón dorado que nadie doblegará jamás, una verdadera demostración
de la pura santidad, que no segrega, que no fragmenta, que no rechaza…
Permitid que la radiante pureza en su nombre bañe y expíe su individualismo,
y que una al hombre una vez más en un acto de colaboración fortuita como un fenómeno
emergente tan insignificante como una colonia de hormigas, tan mundano como una
ciudad, y finalmente, tan vasto como el universo mismo.
Pero no confundáis misericordia con ingenuidad pues, así como no tuvo
clemencia con aquellos que la deshonraron, así mismo dará imparcial juicio y justo
castigo para quienes esconden sus repulsivas intenciones en las sombras, y que
no buscan sino postergar esta marcha infinita de insensatez, infamia e injusta punición.
Busca en el dolor de la experiencia, en el entendimiento de la culpa, pero,
sobre todo, en el sacrificio de la redención, la más justa de las convicciones
y el más radiante de los corazones.
“¡Oh, dulce Jezabel!”
0 comentarios