Compungido Príncipe Dorado

octubre 01, 2022

Una joven e inocente alma, que camina por los etéreos campos de luna llena, donde las rosas blancas se tornan rojas al empaparse de su sangre, sangre que brota y fluye de sus pies pues las espinas se clavan en la carne como el dolor, el remordimiento, y la culpa lo hacen en el alma.

No queráis saber su nombre, pues lo ahogan incontables y pesarosas falacias que manchan y tergiversan la verdad, verdad cuyos secretos se le ocultan al hombre, o que probablemente él mismo no desea saber.

A la luz de la incandescente luna los rayos celestes se filtran entre sus dedos, arrullándolos y acariciándolos como solo una madre sabe, ¡oh hijo de la luna!, cuyo padre no es otro que el sol mismo, ¿por qué te han desamparado?, ¿por qué te han abandonado?

Aquestas son las mismas flores por las que caminó vuestro apesadumbrado corazón, compungidas sean sus palabras, pues por los siglos de los siglos han de ser recitadas, pero desgraciadamente nadie las escuchará jamás.

¿Qué es el dolor sino una manifestación carnal de los pesares que afligen nuestra alma?, ¡Oh dichosa y deslumbrante luz de la mañana!, permítenos saber y conocer vuestros pesares. Permitid al hombre conocer aquello que yace oculto en lo más profundo de la carne, déjanos contemplar pues, tus llagas y laceraciones infligidas desde lo más profundo del alma, y que brotan hacía afuera como las espinas brotan de las rosas…

Como la sangre brota de una herida, como la savia brota de los arces, como el oro derretido brota de tus llagas, permitid brotar en mí, una manifestación tangible de dolor, no para ser contemplada y admirada por otros sino por mí.

Oh lucero del alba… ¡baila!, baila, aunque sea una vez más, como lo solías hacer para deleitar a tu padre, que no admiraba y apreciaba tu inspiración de la misma forma en que lo hacia tu madre.

Baila entre las rosas, baila entre las espinas y deja que estas rasguñen y destruyan tu carne, deja que ellas plasmen el dolor en tus pies, como un pintor plasma sus sentimientos en el lienzo. Permite pues, que el sufrimiento tuyo sea expuesto y quede desnudo ante la mirada de otros…

De tus ojos nacen las mismas lágrimas de oro líquido que derramaba tu padre, dejando en claro tu evidente linaje dorado, linaje que fue cortado sin misericordia y con violencia, ¡Oh, lucero del alba, luz de la mañana!, ¿es qué acaso un mar de lágrimas no basta para expiar los pecados?

El dolor y agonía han hecho raíces en tu alma y ahora son uno con tu carne y tus huesos, siendo pues estas tus llagas doradas que suplican por perdón, pero que jamás serán escuchadas, solamente el consuelo y misericordia de una madre en agonía envuelta en oscuridad fría ampara y vela por la paz de su agónico hijo, y aquestas flores que alguna vez fueron blancas ahora se empapan con la sangre dorada de un príncipe que fue abandonado, humillado y finalmente, desamparado…

-   José Joaquín Díaz.

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