Una
joven e inocente alma, que camina por los etéreos campos de luna llena, donde
las rosas blancas se tornan rojas al empaparse de su sangre, sangre que brota y
fluye de sus pies pues las espinas se clavan en la carne como el dolor, el
remordimiento, y la culpa lo hacen en el alma.
No
queráis saber su nombre, pues lo ahogan incontables y pesarosas falacias que
manchan y tergiversan la verdad, verdad cuyos secretos se le ocultan al hombre,
o que probablemente él mismo no desea saber.
A
la luz de la incandescente luna los rayos celestes se filtran entre sus dedos, arrullándolos
y acariciándolos como solo una madre sabe, ¡oh hijo de la luna!, cuyo padre no
es otro que el sol mismo, ¿por qué te han desamparado?, ¿por qué te han
abandonado?
Aquestas son las mismas flores por las que caminó
vuestro apesadumbrado corazón, compungidas sean sus palabras, pues por los
siglos de los siglos han de ser recitadas, pero desgraciadamente nadie las escuchará
jamás.
¿Qué
es el dolor sino una manifestación carnal de los pesares que afligen nuestra
alma?, ¡Oh dichosa y deslumbrante luz de la mañana!, permítenos saber y conocer
vuestros pesares. Permitid al hombre conocer aquello que yace oculto en lo más
profundo de la carne, déjanos contemplar pues, tus llagas y laceraciones
infligidas desde lo más profundo del alma, y que brotan hacía afuera como las
espinas brotan de las rosas…
Como
la sangre brota de una herida, como la savia brota de los arces, como el oro
derretido brota de tus llagas, permitid brotar en mí, una manifestación tangible
de dolor, no para ser contemplada y admirada por otros sino por mí.
Oh
lucero del alba… ¡baila!, baila, aunque sea una vez más, como lo solías hacer
para deleitar a tu padre, que no admiraba y apreciaba tu inspiración de la
misma forma en que lo hacia tu madre.
Baila
entre las rosas, baila entre las espinas y deja que estas rasguñen y destruyan
tu carne, deja que ellas plasmen el dolor en tus pies, como un pintor plasma
sus sentimientos en el lienzo. Permite pues, que el sufrimiento tuyo sea
expuesto y quede desnudo ante la mirada de otros…
De
tus ojos nacen las mismas lágrimas de oro líquido que derramaba tu padre, dejando
en claro tu evidente linaje dorado, linaje que fue cortado sin misericordia y
con violencia, ¡Oh, lucero del alba, luz de la mañana!, ¿es qué acaso un mar de
lágrimas no basta para expiar los pecados?
El dolor y agonía han hecho raíces en tu alma y ahora son uno con tu carne y tus huesos, siendo pues estas tus llagas doradas que suplican por perdón, pero que jamás serán escuchadas, solamente el consuelo y misericordia de una madre en agonía envuelta en oscuridad fría ampara y vela por la paz de su agónico hijo, y aquestas flores que alguna vez fueron blancas ahora se empapan con la sangre dorada de un príncipe que fue abandonado, humillado y finalmente, desamparado…