¿Puedes Sentirlo...?
enero 07, 2022
Era muy pequeño todavía cuando aquellos
aflictivos relatos que mi padre narra con pavor daban origen a tiempos de
desesperación y angustia; las personas no sentían seguridad en sus propias
casas, y algunos fantaseaban con la idea de ser devorados por la tierra, pues
ahí estarían más seguros y protegidos de las estrellas que caen del cielo y
destrozan todo a su paso. En esos tiempos, la trágica pérdida de mi madre tras
el impacto de una estrella en un edificio cercano a la zona nos había dejado a
mi padre y a mí sin hogar y sin familia, él se vio forzado a irse del sitio y
buscar otro lugar donde refugiarnos, yo en ese entonces todavía era un bebé y
mi padre siempre que me describe aquellos hórridos días cuenta afligido como
desesperado nos buscaba entre los escombros a mi madre y a mí. En algún punto
dio con el cuerpo mutilado y sin vida de mi pobre madre, quien, entre sus
brazos todavía se aferraba con determinación a mí pequeño y delicado cuerpo. De
alguna forma había sobrevivido, al momento de recogerme de entre los escombros
él cuenta como yo me hallaba impregnado por una sustancia negra y densa muy
semejante a la brea; me alzó con sus brazos y con el sol como testigo agradeció
a los cielos por mantenerme con vida.
La vida no ha sido fácil desde
entonces, mi viejo hizo un esfuerzo titánico por mantenernos a los dos con vida
y alejándome del conflicto pues no quería que yo viviera las mismas
experiencias infames que él tuvo que sufrir, aun así, todo parecía ir en contra
de los designios de mi anciano y debilitado padre. Murió poco después de yo
haber cumplido los veintitrés años en un accidente durante su trabajo, tras su
muerte me había quedado completamente solo, no tenía familia a quien contactar
y debido a mi falta de estudios académicos me resultaba difícil encontrar un
trabajo decente que me asegurara mi supervivencia.
Descubrí que, a pesar de los años
transcurridos ,desde que mi padre se había visto forzado a abandonar su hogar y
su familia en un mundo devastado por el caos y la miseria, las cosas en mi
tiempo no parecían ser muy diferentes, al preguntar a testigos y personas por
la calle encontrabas gran variedad de opiniones y anécdotas sobre como durante
un tiempo determinado parecía que la paz iba a regresas, de cómo algunos creen
que los nuevos tiempos son incluso peores que el anterior y de muchos otros que
aseguran que está próximo el fin del mundo. En cierto momento llegaron hasta mí
un grupo considerable de hombres que tenían una especie de armadura de tela con
cascos en forma de cuenco y algunos sostenían en sus brazos herramientas largas
y metálicas, me exigieron acompañarlos y que si me negaba o ponía resistencia
me fusilarían sin cuestionárselo dos veces, yo no entendía que era lo que
sucedía o que querían decir con eso, pero quería evitar cualquier tipo de
conflicto o pelea con las personas, les dije que si me iban a llevar a algún
lugar que por favor me dejaran volver a mi casa a recoger mis pertenencias, aceptaron
y me siguieron hasta mi hogar donde empaqué todas mis cosas junto con las de mi
difunto padre en un cofre que me ayudaron a cargar en un vehículo.
Llegué a una base donde había más
hombres como yo algunos muy jóvenes todavía, y todos parecían estar recibiendo
entrenamiento y siendo alistados para un conflicto, yo sabía que el conflicto
para el que les preparaban estaba de alguna forma relacionado con las historias
que me contaba mi padre, nunca quiso hablarme mucho acerca del mundo, su gente
o cual había sido su trabajo anterior antes de perder a mi madre, me contaba
cosas muy vagas y era muy estricto en cuanto a la educación que me brindó
permitiéndome leer solo unos pocos libros para saber hablar y escribir.
Estuve dos años en aquella base
recibiendo duro entrenamiento y aprendiendo el manejo y uso de las armas, ya
que, me habían enseñado que ese era el nombre que les daban y que las
utilizaban en batalla para defenderse y contraatacar a aquellos a quienes ellos
denominaban “el enemigo.” Conocí a mucha gente y siempre los contemplaba irse a
la batalla y como nunca regresaban… y quienes lo hacían nunca era en una sola
pieza; me enseñaron a reprimir mis emociones y mantenerme frio si la situación
lo requería pues nunca debía de perder la compostura.
Sabía que era cuestión de tiempo para
que llegara el momento en que yo debiera salir y adentrarme en las fauces de la
guerra para luchar por un honor, causa, motivación y fin que se me había
impuesto por quienes estaban por encima de mí. Sin embargo, muchos desconfiaban
de mi utilidad en batalla pues era una persona de complexión muy delgada y
poseía una estatura bastante alta, muy superior a la de mis compañeros, pero
fueran cuales fueran mis discapacidades había gente que insistía en mandarme a
pelear.
El día estaba cada vez más próximo y lo
sabía pues mi cuerpo se veía invadido por un agobio y estrés enormes que
perturbaban mis sueños y no me dejaban descansar, sentía el fin aproximándose
cada vez más y de manera rotunda. A veces, tenía visiones que se confundían con
sueños, donde una enorme masa negra se acercaba estrepitosamente desde la
lejanía hasta mi posición consumiendo todo a su paso incluidas las vidas de mis
camaradas que se perdían en las espesuras de una niebla densa donde su ultimo
recuerdo de vida eran sus gritos de terror, cuando despertaba exaltado de esas
pesadillas miraba a mi alrededor y todos mis compañeros parecían igual de
aterrados y sorprendidos que yo.
El ambiente en la base no era muy
alentador, de repente todos se habían vuelto cada vez más indiferentes e
incluso los de alto cargo parecían ceder a la presión a instantes, algo así
nunca se había experimentado antes, y era como si de repente todos fueran
conscientes de un gran cataclismo inminente, hubo gente que empezó a echarle la
culpa a mi presencia por aquellos acontecimientos y que todos iban a ser
condenados por el mero hecho de haberme traído, muchos discreparon ante aquella
acusación pues durante los dos años anteriores todo había transcurrido con
normalidad, de todas formas después de acusarme presuntamente de ser la causa
de nuestros problemas actuales —que fue realizada por más de un soldado— todos
a mi alrededor empezaron a tener comportamientos hostiles y amenazantes hacía
mi persona, incluso se dio el caso de un soldado que durante la noche quiso
atentar contra mi vida, pero gracias a otro que se había despertado de pura
casualidad lograron someterlo y lo ejecutaron al día siguiente como lección
para aquellos que se les ocurriera traicionar o atacar a sus compañeros.
Todo empezaba a derrumbarse cada vez
más deprisa, la situación era tan grave que algunos optaron por suicidarse
antes, y los suicidios venían acompañados de cartas escritas con prisa junto
con la frase: “No dejaré que me atrape, no dejaré que me trague.” Eso
no hizo más que aumentar las dudas y sospechas sobre mí, y cuando ya había sido
consumido totalmente por la presión, —al punto de no dormir bien por las
noches— decidí encontrar consuelo buscando en mi viejo cofre cosas que me
recordarán a mi padre y a mi vida antes de todo esto. Busqué entre las cosas de
mi padre y encontré dentro de un libro de filosofía una carta que sobresalía de
las páginas, la tomé y para mi sorpresa era una carta que mi padre me había
escrito hace años, la abrí y leí el contenido en su interior:
“Mi querido y amado hijo, siempre fui
un cobarde en vida, nunca dude de eso, siempre seré conocido como el hombre que
decidió abandonar a sus compañeros en batalla y los vendió con tal de huir a
casa y no ser mutilado en guerra, viviré con ese dolor toda mi vida.
He visto cosas horribles, cosas que
nunca quise que ningún hijo mío presenciara o leyera en libros, quería volver a
mi hogar y tomar a mi mujer para irnos juntos a algún otro lugar lejos de esta
maldita guerra que ha cobrado muchas vidas ya… sin embargo, puedo vivir con el
peso de haber perdido a tantos amigos, e incluso a mi hermano por culpa de la
guerra y porqué deserté y decidí huir, pero el mundo se me vino encima tras
volver a casa y ver el brazo de mi amada sobresalir de unos escombros…
Corrí lo más rápido que pude e intenté
auxiliarla sin éxito alguno… había perdido todo lo que tenía y de cierta forma
sabía que era el destino castigándome por cometer el peor de los pecados… la
traición.
La gente comentaba la caída de un
objeto incandescente que no se asemejaba en lo absoluto a una bomba o similar…
entre los restos de lo que antes era mi hogar había un enorme impacto donde la
piedra y escombros ardían y quemaban al tacto… fue ahí donde te encontré,
llorando, desnudo y cubierto de un líquido negro cuya densidad era
considerablemente inusual.
Fue un delirio, pero mi mente asimiló
que eso era un mensaje del cielo, se me había dado la oportunidad de intentar
hacer mejor las cosas y que podía intentar criarte como mi hijo. Entonces,
huimos de ese lugar y decidí contarte una mentira para que nunca tuvieras que
saber tu atroz e inusual origen el cual yo asimilaba como un castigo ante mi
acto de cobardía… intenté redimirme y criarte lejos de la guerra y lejos del
mundo cruel en donde vivimos, pero no pude ser un padre honesto y sincero pues
siempre he sido, y seré un cobarde, un cobarde incapaz de contarle la verdad a
su propio hijo…
La pena y el tormento nunca terminaron,
ya que, desde el día en que te encontré y decidí adoptarte hasta el día de hoy
que escribo esta carta a modo de consuelo, he tenido los mismos sueños y
pesadillas donde un caos inminente se aproxima y arrasa con todos nosotros, y
yo desde la distancia no puedo hacer más que contemplar mientras una neblina
negra y densa te consume y devora, al mismo tiempo que seres amorfos y sin
rostro hablan en oraciones en un lenguaje que no puedo entender… me despierto
todas las noches exaltado pensando si son productos de mis delirios o es algo
más. Le ruego a Dios para que nunca te pase nada y que mis visiones y tormentos
no te pasen a ti, y que puedas huir de la guerra y formar una familia feliz, y
serle fiel a quienes realmente importan y nunca abandonarlos…”
La carta termina bruscamente ahí…
Al terminar de leer la carta me quedé
petrificado del pavor, simplemente no podía o no quería creer absolutamente
nada de lo que decía esa maldita carta, me encontraba entre la espada y la
pared pues de ser ciertas sus afirmaciones algo terrible iba a suceder y yo
sería el responsable de ello. Aun así, estaba determinado a vivir y no iba a
cometer ningún acto de suicidio ni acabaría con la vida de mis compañeros, me
decidí por huir mañana a primera hora sin que nadie se diera cuenta y así hacer
un miserable intento por salvar la vida de quienes pudieran correr peligro, en
ese mismo momento entra el sargento a mi habitación y pregunta por mí, un
escalofrío había invadido mi cuerpo pues me temía lo peor.
Ordenaron el envío de mi grupo por mar
para contraatacar fuerzas que se aproximaban hacia nosotros, quería reusarme,
pero entonces pensé que tal vez sería la oportunidad perfecta para huir y todos
pensarían que me ahogué o perdí en alta mar.
Embarcamos ese mismo día al atardecer
lo que me daría tiempo de planear mi huida mientras todos mis compañeros
dormían durante la noche, y para la mañana siguiente ya estaría cerca de las
costas de donde zarpamos. Yo no quería huir de la misma forma cobarde como lo
había hecho mi padre, al contrario, mi intención era mantener a la tripulación
segura si es que algo me llegaba a suceder a mí.
El momento había llegado y ya tenía
todo preparado, fui muy cauteloso de no hacer ningún ruido durante la noche y
alrededor de las 3:30 de la mañana ya había soltado un bote salvavidas y me
había aventado a mi suerte… desde la distancia veía al gran barco alejarse e ir
en dirección al sol, por unos instantes mi corazón sintió la paz y pensé que si
ocurría algo yo sería el único afectado. Al detenerme a pensar toda la
situación durante unos instantes me percaté de lo apresurado e imprudente que
fue mi decisión, es como si durante ese lapso de tiempo hubiera sido guiado por
el pavor a hacer algo tan estúpido como intentar regresar a la costa y dejar a
mi equipo solo, no tenía ni idea de que iba a hacer una vez llegado a tierra
pues no podía regresar a la base.
A la lejanía la luz del sol parecía
hacerse cada vez más oscura y opaca —era imposible pues recién estaba
amaneciendo— entonces, volteo a ver al barco y visualizo una enorme nube negra
acercándose cada vez más, amenazando la vida de mis compañeros, entonces
comencé a gritar lo más fuerte que pude e intentar llamar su atención de alguna
forma, agarré unas bengalas que tenía y empecé a disparar para advertirles,
pero todo acto fue inútil puesto que ya me encontraba muy lejos de ellos. El mar
empezó a ponerse cada vez más turbio hasta que se alteró de tal forma que me
era imposible permanecer de pie en el bote salvavidas, las olas empezaron a
volverse cada vez más grandes hasta hacerse gigantescas.
A lo lejos veía el barco siendo
arrastrado dentro de aquella nube e incluso podía visualizar lo que parecían
ser mis compañeros saltando desesperados de la nave directo al océano, ¿qué los
llevaría a tomar tal decisión…? me encontraba mortificado, y lo único que hacía
era gritar y maldecir aquella fuerza que me había hecho presa del pánico y me
había doblegado para abandonar a mis compañeros a su muerte. Detrás de mí se
alzaba una gigantesca ola, la más grande que había visto nunca, e impactó
fuerte contra el océano dándole un increíble impulso a mi bote acercándome cada
vez más a aquella enorme nébula oscura y profunda, y de un instante al otro ya
me encontraba dentro de aquella anomalía; no había más que oscuridad en su
interior y no podía distinguir nada a mi alrededor, y el bote no hacía más que
estremecerse y sacudirme sin cesar.
Producto del delirio y angustia empecé
a escuchar una voz siniestra y grave que se burlaba y reía de mi a
la distancia, yo refuté en contra de ella, maldiciendo y renegando toda la
situación, y en un momento mientras gritaba soy interrumpido y lanzado al mar,
donde un gigantesco remolino me arrastra al profundo vació del océano… en ese
momento una voz estruendosa con la fuerza e impacto de un relámpago empieza a
hablarme y maldecirme, mientras yo empiezo a caer por un vació, al mismo tiempo
que parece jugar de manera burlona y maldita con mi arrepentimiento y
situación.
—¿Puedes sentir la caída?, —exclama de
forma grotesca.
De repente dejo de escuchar mis propios
gritos y lo único que oigo es esa maldita voz hablándome y refiriéndose a mí en
una tétrica y horrible narración…
Caes por un abismo grande, miras a tu
alrededor y no ves más que total oscuridad, es densa y fría, de textura
crujiente y escamosa. Lo desagradable y aterrador de la situación te consume
vertiginosamente, haciendo una macabra e hilarante sinfonía de soledad y agonía
en donde tus alaridos y desesperantes gritos de ayuda son el coro principal.
Puedes gritar todo lo que desees, pero
al final, no vendrá nadie.
Estás solo y no distingues bien dónde
queda el norte o el sur, sigues dando vueltas y vueltas en lo que percibes como
una caída eterna por el vació, y lo más extraordinario de todo es tu inquietud
que no proviene de la situación si no en su conclusión, temes en algún punto
llegar al final y colisionar contra el fondo, un fondo pétreo donde es muy
fácil hundirse, donde es muy fácil asfixiarse con tus propias angustias y
dolores.
Es inevitable, en algún punto ocurrirá
y el impacto será monumental, doloroso y muy agonizante. Pero, no te preocupes
pues lo peor aún no habrá ocurrido, lo siguiente por hacer será levantarse y
huir, piensa bien cual será tu próximo movimiento pues las cosas no terminan
ahí, ellos vienen por ti y no se detendrán hasta alcanzarte y agarrarte fuerte
entre sus zarpas pues quieren arrastrarte junto con ellos y volverte parte del
vació, arrancarte la inocencia y hacerla pedazos sin misericordia, todo eso
mientras tú admiras horrorizado aquel acto vil y despiadado.
Ya no puedes pensar o planear nada, el
tiempo te ha alcanzado y la hora a llegado, todo tu remordimiento cae encima
tuyo con la misma fuerza e ímpetu con la que tu impactas contra el suelo. Has
tocado fondo, tienes complicaciones para levantarte y todo el cuerpo te duele,
eso acompañado con una intensa migraña desenvuelve toda la situación en un
espantoso espectáculo tortuoso que deleitaría solo al más desalmado de los
hombres.
Una vez recobrado el conocimiento
descubres a tu alrededor la completa y absoluta nada, —no es algo que se pueda
ver, por supuesto que no— es algo que puedes sentir, sientes como el
estrepitoso y tajante filo del vació atraviesa tu pecho de forma grotesca y
como ensarta tu corazón llenando tus vasos de angustia y dolencia.
Detrás sientes la presencia de algo que
asecha entre las sombras, y sin que te dé tiempo a reaccionar un apéndice
emerge del suelo e inserta sus uñas en tu pierna rasgando la carne y
destrozando el músculo sóleo y gran parte del tendón de Aquiles, después de
realizar el daño aquel brazo suelta tu pierna y de manera burlona hace un gesto
para que huyas. Después, un dolor intenso invade tu cuerpo y sientes tu pierna
como si estuviera siendo freída en aceite hirviendo, te cuesta mantener la compostura
y por mucho que fuerces no puedes correr sin sentir un dolor agonizante, aun
así no tienes otra opción y debes huir, ya que, detrás de ti se encuentra la
personificación misma de la culpa y remordimiento; nunca dejaron de perseguirte
en vida y ahora no se detendrán hasta tenerte entre su repulsivo y grotesco
regazo, agazapado entre las mantas pútridas del resentimiento, abandono,
culpabilidad y arrepentimiento.
Intentas huir con todas tus fuerzas y
una nebulosa negra de la que brotan diversos apéndices, bocas y lenguas
amenazan con engullirte y borrarte de la existencia, a estas alturas eso podría
parecer más un consuelo y alivio que un castigo. Sin embargo, algo dentro de ti
quiere intentar, quiere forzar un poco más, quiere luchar por sobrevivir y ver
el amanecer de un día mejor, aunque no sea más que una mentira piadosa eso es
lo que tu cuerpo y mente desean. Entonces, fuerzas tu cuerpo al máximo y
jadeando avanzas con dolor para no ser engullido pues no es el final; sin
embargo, el suelo empieza a temblar y cada vez se hace más inestable y volátil,
es difícil mantener el equilibrio y avanzar de forma estable y equilibrada,
tambaleas y tropiezas esquivando todo lo posible y cediendo ante la
desesperación empiezas a arrastrarte con dificultad y perseverancia…
Me han atrapado, no puedo escapar y
poco a poco siento como me arrastran, atraviesan y se reproducen dentro de mí,
es un dolor agónico que me insista a llorar, de repente la voz siniestra y
desconocida vuelve a referirse a mí para decir una última cosa: ¿Puedes
sentirlo?, eso es la culpa…
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